dilluns, 23 de novembre del 2015

¿Sabías que Pitágoras asociaba luz, orden y bondad al hombre y caos, oscuridad y maldad a la mujer?



Cuando te explican el teorema de Pitágoras no suelen decirte que ese hombre afirmaba allá por el VI a.C. que hay un principio bueno que creó al hombre y uno malo que creó a la mujer. Yo lo supe mucho después leyendo a Simone de Beauvoir. Una autora que no entra en los estudios reglados, que no es obligado conocerla. Si se cruza en tu camino, pues bien y sino no pasa nada; ninguna escuela o instituto te deja tener la sensación de que algo está suspendido o se queda sin saber.




Cuando la gente se da a conocer acostumbra a mostrar sus aspectos más seductores e interesantes. Es después, con el trato, cuando la realidad enseña otras partes que algunas veces decepcionan y desinflan. El sistema educativo nos ha enseñado lo más seductor de Pitágoras. Catetos, hipotenusa, fracciones, raíces cuadradas y equivalencias, superficies, gráficos, triángulos, formas rectangulares, proporción y propiedades… Un teorema que desde que fue inventado ha sido exprimido y demostrado por delante, por detrás, por uno y por otro lado. Y en todos los continentes. Es importante, sin duda, si es que hasta aquí y sin errores nos ha llegado.


Si se nombra a “Pitágoras” a la mayoría de personas nos viene a la mente “teorema”. Es más difícil asociar su nombre a una tabla de opuestos como principios de todas las cosas donde lo ilimitado, las tinieblas, el mal y la mujer quedan agrupados e igualados. ¿Verdad? Sí, pero… ¡Qué más da si el maestro del Teorema comparaba a las mujeres con la maldad! No hace falta ni nombrarlo. Eso no va a servir para construir edificios, ni para saber el camino más corto, ni para poder navegar o para determinar la fuente de un terremoto, tampoco para saber el ángulo de trayectoria de la bala en un crimen, ni para averiguar si las medidas de un campo de futbol son las correctas; en cambio el teorema sí y es un método sencillo. Mejor recordar a Pitágoras como el filósofo matemático fundador de una escuela que influyó en Platón y Aristóteles. Y esconder su misoginia en el baúl de la amnesia. Así la aversión al femenino se normaliza mejor ¿Qué sentido tiene hacerla visible? No es necesaria para aprender matemáticas. Además ¡hace siglos ya!... “no hay que mirar al pasado”, dicen los que actúan como si aún vivieran en él.


Una educación que tuviera en cuenta a las mujeres debería empezar replanteándose lo que se estudia ahora. ¿Una nueva asignatura? No, no gozo ni me atrevo, si ya se han cargado Educación para la ciudadanía, la única centrada en el respeto y las diversidades. Propongo algo mucho más sencillo: mostrar qué pensaban y piensan de cada uno de los sexos los autores que se estudian en todas las asignaturas. Y los que no hayan declarado su opinión, será interesante saberlo, también. Sí. Bien fácil, no ocupa más de unos minutos, no pongamos al reloj como excusa, si es que el tiempo decide lo que es importante aprender. Si pensamos que no es justo que las mujeres trabajen por menos dinero, si nos importa que sean mutiladas sexualmente, si queremos que también ocupen cargos, si nos preocupa que se las asesine…En definitiva, si de verdad se van a aplicar políticas de género, tendría que ser obligado en educación utilizar unos minutos por asignatura para informar al alumnado de lo que opinan de las mujeres y de los hombres aquellos que son estudiados. Explicándoles que esa información, también, puede ser materia de examen. Para que las mujeres dejen algún día de ser objetos habrá que mostrar que lo han sido y que lo son. Y tantas veces como sea necesario, de manera que negarlo sea claramente de ignorantes.



Entre catetos y hipotenusa hay una igualdad universal e indiscutible; entre hombres y mujeres lo que es universal e indiscutible son las desigualdades. Y quien lo niega miente. Si hace algunos años, muchos ya, cuando me enseñaron el teorema de Pitágoras, durante las clases de matemáticas, hubieran ocupado, tan sólo, 30 minutos del trimestre para explicarme su tabla de opuestos y me hubieran hecho pensar al respecto, quizás con un dibujo o una mini redacción, al oír “Pitágoras” hace mucho tiempo que me vendría a la mente su teorema y su opinión de las mujeres, también. Y lo mismo con el resto de autores. De esta manera, mucho antes y con menos impacto emocional o de una forma más digerida hubiera entendido el significado de ser mujer en esta sociedad. Y si fuera un hombre es probable que me hubiera sensibilizado y, con el tiempo, cuestionado como aplicar el teorema de Pitágoras para construir una casa, por ejemplo, y como no aplicar las desigualdades de su tabla en mi vida cotidiana.


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