Cuando te explican el teorema de Pitágoras no suelen decirte que
ese hombre afirmaba allá por el VI a.C. que hay un principio bueno que creó al
hombre y uno malo que creó a la mujer. Yo lo supe mucho después leyendo a
Simone de Beauvoir. Una autora que no entra en los estudios reglados, que no es
obligado conocerla. Si se cruza en tu camino, pues bien y sino no pasa nada;
ninguna escuela o instituto te deja tener la sensación de que algo está
suspendido o se queda sin saber.
Cuando la gente se da a conocer acostumbra a mostrar sus aspectos
más seductores e interesantes. Es después, con el trato, cuando la realidad
enseña otras partes que algunas veces decepcionan y desinflan. El sistema
educativo nos ha enseñado lo más seductor de Pitágoras. Catetos, hipotenusa,
fracciones, raíces cuadradas y equivalencias, superficies, gráficos,
triángulos, formas rectangulares, proporción y propiedades… Un teorema que
desde que fue inventado ha sido exprimido y demostrado por delante, por detrás,
por uno y por otro lado. Y en todos los continentes. Es importante, sin duda,
si es que hasta aquí y sin errores nos ha llegado.
Si se nombra a “Pitágoras” a la mayoría de personas nos viene a la
mente “teorema”. Es más difícil asociar su nombre a una tabla de opuestos como
principios de todas las cosas donde lo ilimitado, las tinieblas, el mal y la
mujer quedan agrupados e igualados. ¿Verdad? Sí, pero… ¡Qué más da si el
maestro del Teorema comparaba a las
mujeres con la maldad! No hace falta ni nombrarlo. Eso no va a servir para construir
edificios, ni para saber el camino más corto, ni para poder navegar o para
determinar la fuente de un terremoto, tampoco para saber el ángulo de
trayectoria de la bala en un crimen, ni para averiguar si las medidas de un
campo de futbol son las correctas; en cambio el teorema sí y es un método
sencillo. Mejor recordar a Pitágoras como el filósofo matemático fundador de
una escuela que influyó en Platón y Aristóteles. Y esconder su misoginia en el
baúl de la amnesia. Así la aversión al femenino se normaliza mejor ¿Qué sentido
tiene hacerla visible? No es necesaria para aprender matemáticas. Además ¡hace
siglos ya!... “no hay que mirar al pasado”, dicen los que actúan como si aún
vivieran en él.
Una educación que tuviera en cuenta a las mujeres debería empezar
replanteándose lo que se estudia ahora. ¿Una nueva asignatura? No, no gozo ni
me atrevo, si ya se han cargado Educación
para la ciudadanía, la única centrada en el respeto y las diversidades.
Propongo algo mucho más sencillo: mostrar qué pensaban y piensan de cada uno de
los sexos los autores que se estudian en todas las asignaturas. Y los que no
hayan declarado su opinión, será interesante saberlo, también. Sí. Bien fácil,
no ocupa más de unos minutos, no pongamos al reloj como excusa, si es que el
tiempo decide lo que es importante aprender. Si pensamos que no es justo que
las mujeres trabajen por menos dinero, si nos importa que sean mutiladas
sexualmente, si queremos que también ocupen cargos, si nos preocupa que se las
asesine…En definitiva, si de verdad se van a aplicar políticas de género,
tendría que ser obligado en educación utilizar unos minutos por asignatura para
informar al alumnado de lo que opinan de las mujeres y de los hombres aquellos
que son estudiados. Explicándoles que esa información, también, puede ser
materia de examen. Para que las mujeres dejen algún día de ser objetos habrá
que mostrar que lo han sido y que lo son. Y tantas veces como sea necesario, de
manera que negarlo sea claramente de ignorantes.
Entre catetos y hipotenusa hay una igualdad universal e
indiscutible; entre hombres y mujeres lo que es universal e indiscutible son
las desigualdades. Y quien lo niega miente. Si hace algunos años, muchos ya,
cuando me enseñaron el teorema de Pitágoras, durante las clases de matemáticas,
hubieran ocupado, tan sólo, 30 minutos del trimestre para explicarme su tabla
de opuestos y me hubieran hecho pensar al respecto, quizás con un dibujo o una
mini redacción, al oír “Pitágoras” hace mucho tiempo que me vendría a la mente
su teorema y su opinión de las mujeres, también. Y lo mismo con el resto de
autores. De esta manera, mucho antes y con menos impacto emocional o de una
forma más digerida hubiera entendido el significado de ser mujer en esta
sociedad. Y si fuera un hombre es probable que me hubiera sensibilizado y, con
el tiempo, cuestionado como aplicar el teorema de Pitágoras para construir una
casa, por ejemplo, y como no aplicar las desigualdades de su tabla en mi vida
cotidiana.
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